lunes, 23 de mayo de 2011

Educar en la emociones

Hay dos razones primordiales para ello:

 Las habilidades integradas en este modelo nos parecen de suma importancia y creemos que deben ser habilidades esenciales de enseñanza explícita en la escuela. La Inteligencia emocional influye de forma decisiva en la adaptación social y psicológica del alumno, en su bienestar emocional e, incluso, en sus logros académicos y su futuro laboral. Por ejemplo, los alumnos con poca inteligencia emocional tienen una autoestima más baja, mayor sintomatología depresiva y ansiosa e índices mayores de consumo de drogas. Pero para que estas habilidades sean adquiridas por los alumnos es necesario que el educador posea un nivel mínimo de inteligencia emocional. Porque, a fin de cuentas, en una sociedad que ha trasladado la mayoría de sus responsabilidades a la escuela (la enseñanza de los hábitos de higiene, la nutrición, la sexualidad, la moral,…), el educador es el único que puede generar y liderar el cambio emocional de nuestros hijos.

 El porcentaje de profesores con síndrome de estar quemado (burnout), con problemas de estrés, de ansiedad y trastornos de salud mental es creciente y está relacionado, entre otros factores, con las habilidades emocionales de las personas para afrontar inteligentemente esas situaciones emocionales que lo ponen al límite de sus recursos. Una posibilidad que tenemos si somos muy optimistas y creemos que la situación actual del sistema educativo mejorará gracias a la intervención de la administración, es esperar a que ese cambio estructural se produzca. Otra posibilidad para los más realistas es fomentar la Inteligencia emocional desde nuestros propios centros, generando ese cambio emocional tanto individual como colectivo. Ciertamente, la Inteligencia emocional no es una varita mágica que solucionará todos nuestros problemas. No va a evitar que me trasladen de centro, que tenga un horario terrible, que discuta con mis compañeros o que me aterren mis alumnos, pero disminuirá ese desgaste psicológico que amenaza con acabar conmigo y me permitirá volver a disfrutar de una labor fascinante como es educar.

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